martes, 31 de enero de 2017

La humillante derrota de México



Existen en la historia nacional, de todos los países, silencios que no muchos se atreven a romper. Anécdotas que recordarlas duele y es preferible no enseñarlos a las nuevas generaciones. Algunas veces estos hechos van en contra de la propia historia oficial y equivale a una blasfemia mencionarlos. En el caso mexicano existe un acontecimiento en particular que son muy pocos los que lo conocen. Estoy hablando de la guerra Mexico-Yucateca que se tuvo su haber entre los años 1842 y 1843.


Para esos años la República de Yucatán ya se había establecido como nación independiente y se aproximaban a una de sus más grandes hazañas: su victoria sobre la nación mexicana. Después del triunfo de la revolución de Santiago Imán y de la obtención de su independencia el 16 de mayo de 1841. Y una de sus principales preocupaciones fue la defensa de la pobre nación. Para eso los yucatecos importaron armas desde Estados Unidos, Francia e Inglaterra.

Sin embargo México no se iba a quedar con las manos cruzadas y empezó a planear la reconquista de dicha provincia. Estaba claro que no iba a permitir que otra parte de su territorio se separara, como había pasado con Texas. De modo que esa razón aunado a un periodo de estabilidad comercial que estaba pasando la república mexicana fueron motivos para emprender la empresa de reconquista. Unos 1700 soldados se embarcaron en el puerto de Veracruz y tomaron Ciudad del Carmen, Campeche. Desde ahí intentaron, infructuosamente, resolver el problema por la vía pacífica. Como esto no sucedió zarparon hacia Champotón, ciudad que tomaron sin mucha dificultad.


En este momento la suerte de alejó de los mexicanos. Las enfermedades tropicales empezaron a causar bajas, aunado a esto las decersiones por parte de la infantería también fueron varias. Existe evidencia de yucatecos que años anteriores fueron obligados a unirse al ejército para pelear en las campañas texanas, pero al momento de llegar a la península decidieron soltar las armas para perderse en el monte.

Después de tomar Champotón, los mexicanos marcharon hacia el puerto más importante de Yucatán, Campeche. Pero en el camino en el pueblo de Chiná, se llevó acabó la batalla más sangrienta de toda esta guerra. Los mexicanos tomaron Chiná con una pequeña fuerza de expedición de alrededor de 500 hombres. Pero al otro día los yucatecos contraatacaron con una fuerza de 10000 hombres y los hicieron abandonar el lugar. En este momento Antonio López de Santa Anna se dió cuenta que está campaña no iba a ser igual de fácil que la zacatecana. En este punto los mexicanos tomaron una estrategia audaz pero desesperada. Sabían que no iban a poder tomar la ciudad de Campeche, debido a las fuertes murallas que la rodeaban y mantener un sitio podía llevarse mucho tiempo. Entonces decidieron atacar la capital, pero sin dejar de asediar el puerto campechano. De modo que dividieron su ejército, dejando uno en el sitio campechano y el otro partió hacia el norte de la península para llegar a Mérida por "arriba".

Esta empresa no pudo ser por demás desastrosa, los fuertes nortes impidieron que la flota mexicana avance rápido y al desembarcar en Telchac encontraron la ciudad deshabitada, con los campos quemados y los pozos segados. Aún así los mexicanos siguieron avanzando hacia Mérida. Guiados por Informes falsos de que los esperaba un apoyo de fuerza en Tixkokokob marcharon hacia ahí y se encontraron con una imagen similar que en Telchac. Este mal movimiento fue aprovechado por los yucatecos para poner una fuerza de 3 mil hombres en Conkal y 1000 más en la retaguardia mexicana.

Sin suministros y rodeados la situación mexicana empeoraba cada día más. Cuenta la historia, algo dudosa,  que los mexicanos interceptaron una correspondía (a propósito falsa) que decía que los yucatecos iban a ser apoyados por un ejército de 11 mil indios mayas. Esta situación, y las noticias de que en la capital yucateca les esperaba una fuerza similar, orilló a los mexicanos a declarar su rendición y pedir armisticio.

De esta manera las armas yucatecas se cubrieron de gloria y México perdía las esperanzas de recuperar esta provincia.

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